miércoles, 5 de abril de 2017

LA INICIACIÓN



Siempre he creído que existía un maestro que te iniciaba en lo que yo llamo vida Espiritual o verdades ocultas, pensaba que el maestro tenía que ser una persona sabia, inteligente, con capacidad de amor y de enseñanza, resumiendo, alguien que estuviera elevado.

Pero como suele suceder muchas veces idealizas a las personas, y al final la experiencia te dice que no tiene que ver con la realidad, y ese fue mi caso.

Os voy a contar mi historia.

La primera vez que fui hacer el Camino de Santiago, iba acompañada de mi amiga y de lo que yo creía que era mi” Maestra”.

Salimos desde Rocesvalles y anduvimos por el camino hasta encontrar La Iglesia de Sta. María de Eunate.

En aquel momento del camino, mi maestra ya había empezado a comportarse de una forma que a mí me resulto extraña para ser “Maestra”.

La parte más visceral, material o egoísta empezaba a mostrarse, y yo me sentía confusa ante esa situación.

La idea que yo había formado sobre ella chocaba con la realidad, y eso provocaba que no entendiera nada. Me sentía como un pez fuera del agua. Me tocaba lo más profundo de mi Ser y sacaba mis grandes bloqueos.

Eso no podía ser una maestra, pensaba yo. El maestro es silencioso, sabio, íntegro, y yo, en ese momento, no veía ninguna de esas cualidades en la persona que yo creía que era mi maestra

Llegamos a Sta Maria de Eunate, con todo ese movimiento interno que yo tenía, y cuando entramos en la iglesia mi amiga se puso a llorar, sentía una emoción muy fuerte y nosotras, mi maestra y yo, teníamos sentimientos encontrados, no sabía lo que me pasaba.

Al salir de allí fuimos directas a una casa, y muy tímidamente tocamos a la puerta. Nos abrió una mujer de tez morena, pelo negro liso, y de cara muy robusta. Le preguntamos si podíamos dormir esa noche allí, y ella nos contestó con otras preguntas, que si éramos peregrinas, si habíamos llegado andando… Cuando le dijimos que sí, nos invitó a pasar y a sentarnos, y nos dijo que volvía enseguida.

Allí las tres, mirándonos, vimos llegar a la mujer con una palancana y una jarra de agua. Nos hizo quitarnos los zapatos, calcetines, y nos lavó los pies, una a una, diciendo que ella hacia el ritual que Jesús hizo con sus discípulos, lavarles los pies.

Nosotras no dejábamos de sorprendernos. Mi amiga volvió a estallar en llanto. Yo, en ese momento, miré a mi maestra y se me ablandó el corazón con respecto a ella.

Empecé a verla tal y como es, un ser humano, con sus virtudes y sus defectos, y, con esta idea, desapareció el concepto que yo tenía de mi maestra, como un soplo de viento.

Después de ese momento mágico, pensábamos que todo lo que el camino nos había dado era sobradamente suficiente para volver a casa contentas, pero seguimos equivocándonos, aún estaba por llegar lo más importante.

Llegó la hora de la cena y para los que piensen igual que yo, que las casualidades no existen, os diré que éramos doce personas a la mesa.

¡Qué casualidad, doce! un número muy interesante.

Cada una de las que nos reuníamos alrededor de la mesa éramos de diferente nacionalidad, pero eso no impidió que nos entendiéramos, y pasamos una velada muy bonita.

Cuando acabamos la mujer nos dijo que tenía un regalo para todos. Quería cantarnos cantos gregorianos, así que cogimos unas velas y fuimos detrás de ella a la Iglesia de Sta. María de Eunate.

Entramos, y con nuestras velas encendidas estuvimos escuchando esos cantos de diferentes nacionalidades, doce en total, con una sensación de amor y generosidad por parte de esa mujer, que yo en ese momento me sentí unida con todos y con el todo. Comprendí el amor y la comprensión hacia el mundo.

A día de hoy, cuando recuerdo ese momento, aún se me pone la piel de gallina.

Por último, nos dijo que diéramos nueve vueltas a la iglesia descalzos y que sintiéramos en cada paso el tiempo desde que empezaron los peregrinos buscando su fe, y nos sintiéramos unidos por un momento, sin espacio de tiempo, a su andadura, a su lucha y a su fuerza. Fue impresionante, no hay palabras que hagan justicia a esta experiencia.

Cuando nos volvíamos hacia la casa yo miré hacia el cielo. Era una noche muy estrellada, y al mirar hacia arriba sentí que había sido iniciada. Mis palabras fueron, “Ahora sí que estoy iniciada” en este mundo de verdad y amor.

Cuando nos fuimos, al día siguiente, sentíamos que no existía forma de agradecer a esa mujer todo lo que nos dio. Ella nos transformó y nos enseñó.

Mi iniciación no fue como me lo esperaba. Jamás lo hubiera podido imaginar, pero agradezco la forma y cómo se desarrolló todo, ya que desde ese momento mi vida cambio.

Os diré que esa mujer ya no está. Cuando volvimos de nuevo, no la encontramos, ni nosotras ni otras personas a las que les dijimos que fueran a verla.

Sabemos que se fue a su país, que aquí solo estaba de paso, y que en ese momento y en ese lugar nosotras tuvimos que cruzarnos con ella.

Gracias, Gracias, Gracias.

Buen Camino.










































3 comentarios:

  1. Elena, me alegro mucho que hayas encontrado tu iniciación, aunque debo decirte que no necesitas de maestros, ya eres sabia hoy en día. Gracias por compartir tu espiritualidad, la parte más personal de nosotros. Tu mirada llena de amor hacia los demás te hace grande. Un abrazo

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    1. Gracias Raquel, por tu apoyo y confianza.
      Solo decirte que eres muy grande. El saber que compartes conmigo tus opiniones me hace sentirme muy agradecida. bss muy fuertes.

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